sábado, 15 de mayo de 2010

Amor de madre

Hoy es el día de la madre para mí, o sea, El Día de Mi Madre. En mi familia no somos del club de aborregados que celebran el día de San Valentín, el de la Madre, el Padre o el Espíritu Santo, y que regala perfumes, corbatas o CD’s de la Pantoja (nos los bajamos de emule, claro…). Nosotros pertenecemos a otro club de aborregados igual de selecto, los anti-sistema sistemáticos aunque sistematizados de nacimiento. Ésta mañana, mientras escuchaba música y bailaba por casa, he tropezado con unas fotos de mi madre y he empezado a pensar en ella. El resultado, éste post -espero disculpéis la cursilería- como muestra de amor y admiración.

La anti-sistema de mi madre es una de las principales accionistas de la palabra “original”, nos canta la misma canción desde que fuimos concebidos y siempre busca la forma menos convencional de hacer las cosas, desde un trabajo para el cole, un peinado, la decoración de casa… Dotada con una destreza genética para las manualidades, mis hermanos y yo siempre nos hemos disfrazado con las inverosímiles creaciones de nuestra señora madre. Entre muchos otros personajes, nos ha transformado en un contable, un martillo, la primavera, Los Hermanos Marx, una mini-homeless, la semilla del diablo, una vaca loca, un cucurucho de algodón, una momia, un obispo, una cama… ¡Jo mama, que yo quiero ir de princesa! Todos diseñados y creados por ella, con la ayuda de mi abuela en no sabría decir cuantos.

Con una memoria RAM de por lo menos 10GB, Maika -mi madre-, se acuerda de todo, bueno y malo o, por lo menos, lo dice tan convencida que yo me lo creo. Tiene buena memoria excepto para una cosa, la compra. Es su punto débil, no hay día que no olvide algo, aunque rápidamente lo suple con la originalidad que la caracteriza: paella de garbanzos, mojitos de albahaca, tortilla de patatas sin huevo, una pizza con 17 velas para mi cumpleaños… Se podría decir que su mala memoria influyó en nuestra actividad física. Cuando éramos más pequeños y volvíamos a casa a comer con todas nuestras energías puestas en una sola idea -ver los dibujos-, ella nos mandaba a hacer algún recado. Comprar el pan, recoger el encargo de la pollería o ir al colmado, eran obligaciones cotidianas para Lucas y para mí (Guillem, el checoslovaco, se libró por edad), en nuestras respectivas épocas. Al volver a casa con la misión cumplida, escuchar la temida frase “Uy, me he olvidado los huevos, ¡corre al Sr. Ramón otra vez antes de que cierre!”, era una constante. En ese tiempo, adoptamos una nueva forma de despedida en el colmado, cambiamos el típico “¡Gracias, adiós!” por un “Ahora vuelvo…” entonado con la resignación del que sabe que los despistes de su madre no tienen solución.

Dicen (mama, yo no...) que tiene un carácter fuerte, explosivo y es que, su forma de hablar a veces es dura de tan sincera y directa. Para mí es de admirar su intención de cambio, en éste aspecto y otros, eso de que la gente no cambia no va conmigo, quien realmente quiere cambiar, cambia. Mi madre es una persona tolerante, nunca se compadece, con espíritu de superación y con menos mala ostia cada día.
Muestra de su carácter explosivo la encontramos cuando, cansada de que no le hiciéramos caso tras días repitiéndonos que recogiéramos nuestra habitación y sin la más mínima intención de hacer un trabajo que nos correspondía a nosotros, al volver del cole te encontrabas la habitación como si de Gaza se tratara, un montón de ropa que reposaba ordenadamente enmarañada a los pies de la cama o en la silla, esparcida por todo el cuarto como si la hubieran disparado con bazooka. Contra eso ya no podíamos luchar, estaba armada y era peligrosa.
Mi madre es cocinera, lo ha sido toda la vida, pero desde hace un par de años, se dedica profesionalmente. Siempre ha cocinado muy bien y desde pequeña he prestado mucha atención a todos sus movimientos con los cuchillos (por si se volvía loca) y, creo que he heredado algo más que el parecido físico. Éste mediodía, mientras empezaba a darle forma a esto, he llamado a casa para hablar con la familia, después de charlar un poco con todos sus integrantes, mi madre y yo nos hemos explayado. Me contaba que estaban vermuteando un poco con vinito y foie (como se cuidan los cabrones mientras yo estoy a dieta), hablando, hablando, me ha explicado algo que vivió ayer en el trabajo y que la puso muy nerviosa. Se ve que una detestable clienta del restaurante donde trabaja, que está a dieta y a la que preparan un menú especial cada día, como ese día no le gustó la comida, devolvió su plato a la camarera con media berenjena a la brasa y dos trozos de calabacín a cada lado dibujando así una polla sobre el plato, con un mensaje: “Esto para la cocinera”. Contra más me explicaba, de más mala leche me ponía, de más mala leche nos poníamos todos, pues el resto de la familia lo estaba escuchando por segunda vez. Ahí es cuando, el clan gitano que llevamos dentro, ha salido a la luz al más puro estilo “Callejeros”: ¡Será pedazo hija de puta…!, ¡Como me la encuentre por la calle le dedico un poema…!, ¡A ella sí que le hace falta una buena polla!
A éste tipo de gentuza es a la que me refería el otro día, semejante amargada seguro que vivirá mucho, lo de dar por culo al personal da mejores resultados que un tratamiento de rejuvenecimiento. En fin, nadie se merece tal trato, pero mi madre menos.

Podría seguir días pero lo dejo aquí con un mensaje:
Mama, te I love you…

3 comentarios:

montse ferrer vila dijo...

La Maika no es mereix això.Amb clients així no fan falta enemics,però et diré dues coses que aquesta "elementa" hauria d'haver previst :En un restaurant quí té les ARMES és la cuinera i "La venjança és un PLAT que es serveix fred"...
Molts petons a l'anti-sistema, i que sàpigues Ainhoa que desde que la vaig conéixer que l'admiro,i que moltes vegades m'ha ajudat amb la seva energia i el seu "saber escoltar".

Gemma dijo...

Me he quedado sin palabras (es que en realidad a mi se me da mejor lo de leer entre líneas) pero creo que tú ya lo has dicho todo. No te ha quedado cursi para nada (pues ya sabemos que tú eres más bien de barrio) y supongo que a tu madre le habrá encantado, pues a mi solo de leerlo me han entrado ganas de llamar a la mía... así que te dejo que madre no hay más que una y a tí te encontré en la calle!!!

LagartijaMan dijo...

Oye guapa, que del ataque de los cyborg no nos salva ni la Santisima Trinidad, asi que menos humos... lo que si consigues es tenernos enganchados. Ya tardas con el nuevo escrito !!!

Besos