martes, 11 de mayo de 2010

Y con todos ustedes...

Como buena cagadudas (del catalán, cagadubtes) que soy, escogí el nombre de la sección ¡Estamos rodeados! después de una ardua criba, desechando cientos de posibles títulos y utilizando el socorrido lanzamiento de una moneda como último recurso. Como era de esperar, el resultado del aterrizaje de mi flamante euro no me acabó de convencer y elegí el título que se estampó de morros contra el suelo. Muestra de mi dificultad para tomar decisiones es el cambio definitivo del ya mencionado título que, a partir de hoy, responde al nombre de Y con todos ustedes…

Hoy tampoco hablaré de chusma, es el turno de gente al cuadrado, una de esas combinaciones imprescindibles como, ginebra y tónica, allioli y mascarilla o resaca e ibuprofeno.

El par al que me refiero comparte carrera, facturas, cromosoma XY y a Rosario, la maja asistenta que les cocina lentejas una vez por semana. Que yo sepa, no comparten ni cama, ni padres, ni cepillo de dientes. Como aquí la única que airea sus intimidades sin pudor alguno soy yo, ya que el resto del mundo suele tener secretos truculentos y escabrosos que prefiere no revelar, les presento los pseudónimos de la extraña pareja: Calvin y el Marqués.

El nombre de Calvin nace de su afición por exhibir la marca de los calzoncillos un palmo por encima de sus pantalones. Oriundo de la tierra de los calçots, sostengo la teoría de que siendo pequeño sufrió algún tipo de catástrofe con éste derivado de la cebolla y su correspondiente salsa, ya que de las súplicas de un montón de buena gente que le rodea para que organice un encuentro de dedos negros, no se ha obtenido ningún resultado positivo. Dios, ¿de cuántas vidas truncadas y sueños rotos serán responsables las cebolletas?

Al Marqués le viene el nombre de su linaje, los Martínez de Irujo. El árbol genealógico de la familia divide sus raíces entre la alta aristocracia y un pelotari de Bilbao, primo segundo de nuestro protagonista. El Marqués tiene la costumbre de mirar a todo el mundo por encima del hombro, no por su título nobiliario como cabría esperar, sino por la exagerada cercanía de su cabeza al techo. Sospecho que la poca distancia entre su ciudad natal y las centrales nucleares de Vandellós y Ascó, puede haber tenido gran influencia en su desarrollo vertical.

Nos conocimos en Reus ya hace algunos años, cuando yo todavía era autista y mi forma de comunicación consistía en movimientos de cabeza y sonidos guturales y ellos compartían piso de estudiantes y aula en una prestigiosa universidad del mismo pueblo. Las presentaciones las hizo un pelotudo del que, por supuesto, hablaré más adelante. Después de años de contactos esporádicos (que no se me malinterprete, yo después de saludar educadamente sucumbía a mi retraso social) surgió, lo que hoy creo poder denominar, una bonita amistad.

Son como House y Wilson con un peculiar toque de Los Morancos… y si no, juzguen ustedes mismos.



















2 comentarios:

montse ferrer vila dijo...

Disfruto molt llegin-te, ets genial , de veritat, lo vostre és genètic. (Tota la família en general té aquest toc sarcàstic-intel.ligent-divertit)

Ainoja dijo...

Moltíssimes gràcies Montse!!! Ens preparem els acudits i els gags la nit abans... som molt "apanyaos"!!!